viernes, 10 de abril de 2020

LAS MUJERES DEL PECADO Y EL CURA PENITENTE

(Callejón de la Escondida)


Dedicado al Pbro. Isidro de la Cruz Sánchez,
cura párroco del barrio de Esquipulas.


Parroquia Señor de Esquipulas, año 2016. Propiedad fotográfica archivo particular ELGJ.

     El callejón Marcos Emiterio* Becerra Sánchez en su segunda prolongación subiendo de la calle Simón Sarlat Nova y terminando en la calle Dr. Horacio Brindis de la Flor, forma parte de un lomerío bajo que introduce al sistema montañoso de Chiapas, ese mismo espacio, a principios del siglo XX era conocido popularmente como el "Callejón de la Escondida", pues se encontraba prácticamente escondido a la vista de muchas personas que transitaban por el lugar, es ahí dónde se desarrolla la historia que vamos a relatar y que conforma parte del folclore popular que poco a poco se ha perdido en el tiempo.


     Pasado el tiempo revolucionario, el barrio de Esquipulas se transformó,- por las necesidades de emprender económicamente la ayuda a las mujeres solteras o que habían quedado viudas a temprana edad y sin descendencia-, en un sitio donde la vida se pagaba por el servicio, es decir, la prostitución se convirtió en una situación local muy fuerte que muchas veces provocaba escándalo entre las personas de la más pura moralidad, los hombres se acercaban a estos burdeles regentados por la matriarca y donde las hijas participaban para apoyar en las necesidades de la casa, el dinero era la aportación de cada una para subsistir y para continuar la labor que habían emprendido.

Callejón superior Marcos E. Becerra, año 2016. Propiedad fotográfica archivo particular ELGJ.

     La calle donde se montaron esos burdeles y casas de cita, fue por la distancia y oculto a la vista, el principio de la calle del antiguo camino a Chiapas. Esta calle se denominó La Escondida, por encontrarse en un sitio poco transitado ya que era el final de la calle Simón Sarlat y que comunicaba al barrio de Esquipulas a donde estaba adscrito. Las mujeres que se dedicaban a la profesión más antigua del mundo, si bien no eran malas, tenían la pésima reputación de lugar, por el tipo de educación de aquella época de los años 40’s, las mujeres tenían que soportar los engaños de sus esposos y aún tolerar que ellos asistieran a esos sitios a convivir con las mujeres públicas, sin que Ayuntamiento alguno tomara las medidas necesarias para detener el avance de este mal imperante o en todo caso el auxilio económico para las mujeres públicas.

     Pasada la persecución religiosa y la reapertura de los templos católicos, en mayo de 1938 llegó el primer sacerdote a Teapa, el famoso padre Isidro González Villegas, originario de Veracruz, residió en el templo de Esquipulas, ya que era el único que aún conservaba su estructura intacta porque había sido utilizado como salón principal de bailes y cuartel general de la gendarmería oficial gubernamental, las otras iglesias estaban inhabitables y destechadas en su totalidad, el sacerdote permaneció hasta 1946 en que llegó el humilde padre Javier Guadalupe Hernández, originario de alguna comunidad de Macuspana, varón apostólico y de santidad indiscutida.[1]

     El padre “Lupito” Hernández, como era conocido, en su labor pastoral recorría las comunidades a pie, solía abandonar la cabecera parroquial para atender otros pueblos cercanos como los vecinos Ixtapangajoya y Pichucalco que pertenecían a la Diócesis de Tabasco en ese tiempo, su ministerio le llevó a confrontar los restos de anticlericalismo que existía aún con el gobierno municipal pero logró ganarse el aprecio de todos por la constante familiaridad con las damas ricas de la sociedad teapaneca que veían en él a un santo. Para él la vida moral era lo más preocupante, los constantes escándalos en el barrio, como los robos, asesinatos, enconados pleitos entre familias y la situación de los burdeles hacían del barrio de Esquipulas un sitio poco confiable y seguro para transitar a ciertas horas de la noche.

El padre Lupito Hernández debió cargar todos los viernes sin importar que hubiera calor, lluvia o frío, su fe lo mantuvo hasta el final. Propiedad fotográfica libre en la red.

     El sacerdote procuraba visitar a las mujeres públicas continuamente con la finalidad de convencerlas de abandonar ese estado deplorable de vida; una viuda llamada Paquita Sánchez dedicada a esta profesión fue una fiel seguidora del sacerdote que constantemente asistía a los divinos oficios y procuraba colmar de atenciones al levita santo. El padre Hernández en ocasiones era ayudado por algún sacerdote vecino de Tacotalpa o Jalapa que en sus pocos ratos libres atendía la obra espiritual que alentaba el párroco, de lo poco que se conserva del sacerdote en los documentos del archivo de la Diócesis encontramos unas notas sobre su pensamiento y las intenciones que tenía sobre el pasto espiritual encomendado a su ministerio, lo manifestaba de este modo:

     “… Buscamos que Jesucristo sea amado por todos, ya lo ha reiterado muchas veces el Ilmo. Sr. Del Valle y Navarro, la persecución religiosa ha servido para avivar la flama en los corazones de los hombres y encender su fe en Dios, el pueblo cristiano que se me ha encomendado debe vivir de manera cristiana bajo los mandamientos que Cristo Nuestro Señor nos ha enseñado, alejados de la perversión del mundo y el pecado que tanto daño hace a los hijos de Dios…”.[2]

     Era el amor por su pueblo y parroquia lo que le llevó a consumar el mayor de los sacrificios hechos por el hombre en favor de sus hermanos, un buen día tomó la decisión de abrazar la cruz y él mismo ser imagen de Cristo para caminar por las calles de Teapa, especialmente del barrio de Esquipulas e invitar por medio de la devoción piadosa del Viacrucis a la conversión, cambio de vida y arrepentimiento.

Solía caminar descalzo por las calles de Teapa, implorando la misericordia para los pecadores y el arrepentimiento de su corazones. Propiedad fotográfica Pxhere.com

     El sacerdote revestido con su hábito talar negro, que a pesar de la prohibición constitucional remarcada en el artículo 130 de que el clero no debía portar fuera de los templos ningún habito que le identificara, salía descalzo a recorrer con la cruz a cuestas e implorando a  Dios el perdón de los pecados de aquellos que más le ofendían, únicamente se oía el canto "Perdón oh Dios mío / Perdón e indulgencia / Perdón y clemencia / Perdón y piedad". El mismo presidente municipal, don Manuel Rosado González le profesaba verdadera devoción y afecto, no sólo por sus dotes extraordinarias de humanismo, sino también por su cultura y sapiencia, noticia ésta que llegó incluso a oídos del gobernador Francisco Jesús Santamaría, por esa causa se le era muy respetado, así supo ganarse a los “enemigos” de la Iglesia.

Al pasar por la calle Simón Sarlat, salían las mujeres a ver el impresionante Viernes Santo que protagonizaba el sacerdote, alguna pecadora inclusive llegó a verle transfigurado en un nazareno sangrante y flagelante, de esta manera, ellas conmovidas hasta el punto de la compunción, solían arrodillarse a llorar y pedirle a Dios las sacara del maleficio que sobre ellas pesaba.

     Y era verdaderamente una escena de lo más conmovedora, a tal grado de que la bondadosa viuda Paquita, aquella que le servía con notable cariño y afecto, se convertía en una piadosa Verónica que solía darle auxilio durante todo el trayecto del acto pío hasta terminar extenuado sobre el suelo del presbiterio abrazando la cruz. Esta devoción piadosa la realizó todos los viernes de cada mes hasta el último día en que estuvo a cargo de la parroquia de Teapa, su presencia imponía el más cálido amor a Dios, incluso se cuenta que aquellos que le vieron aseguran haber visto un halo de luz clara saliendo de su rostro y hasta la sangre que dejaba sobre el suelo de la calle por mucho tiempo permanecía fresca sin la corrupción de la materia natural.

Humildemente se postraba el levita de Cristo para que plegaria fuera escuchada, daba la vida por sus ovejas, pues su maestro le enseñó a que ya no era para sí mismo, sino para los demás. Propiedad fotográfica Pxhere.com.

     Aun cuando se le asignó la ayuda del padre Carlos González Rubio, su estancia de un año y medio estaba por terminar, sentido fue para el pueblo católico ver partir al sacerdote que en verdad se preocupaba por ellos y estaba siempre pendiente de sus necesidades. Su ministerio sacerdotal y la obediencia debida al Obispo, lo llevó al municipio de Cárdenas en la parroquia de San Antonio de Padua, donde falleció con fama de santo en la década de los 60’s.[3]


Lic. Eddy Lorenzo González Jiménez, historiador.

Bibliografía:


  • González Jiménez, Eddy (2018): Leyendas Teapanecas (Rescatadas, Anotadas y Comentadas). Gobierno del Estado de Tabasco, Instituto Estatal de Cultura, Secretaría de Cultura. Villahermosa, Tabasco, págs. 45-49.






* Mi estimado y distinguido amigo, el maestro Gerardo Zentella-Falcón me hizo el favor de comunicarme sobre el verdadero significado del segundo nombre de Marcos "E.", que muchos creíamos originalmente era Enrique, sin embargo, en el Libro de Nacimientos de 1870 se lee claramente que es Emiterio.
[1] Parroquia Santiago Apóstol, Libro de Actas Bautismales, tomo IV que va del 29 de abril de 1946 al 20 de mayo de 1950. Durante ese tiempo firman los sacerdotes Javier Guadalupe Hernández, Carlos González Rubio, José del Pilar Hidalgo Vidal, Víctor García, Julio Ramírez, S.J. y Modesto Carrera Cardo, éste último era español y actualmente se le sigue un proceso de investigación para su beatificación y canonización por parte de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez, en el estado de Chiapas.
[2] Diócesis de Tabasco, Archivo de la Curia Diocesana, Secretaría-Cancillería, caja José del Valle y Navarro, sin clasificar, 1945.
[3] Comunicación personal del señor Facundo García M., en noviembre del 2009, Cárdenas, Tabasco.

2 comentarios:

  1. Gerardo Zentella-Falcónabril 11, 2020 1:51 p.m.

    Excelente aporte estimado Eddy, sin duda, he aquí el reflejo de tu dedicación y constancia; los teapanecos podemos sentirnos muy orgullosos y agradecidos de tener en casa quien vele por nuestro invaluable pasado histórico.

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    1. Gracias amigo querido, es un pequeño grano en una inmensa playa de arena, esperemos que las generaciones futura puedan seguir contemplando a través de mis escritos, la herencia que tienen en sus comunidades, barrios, colonias, calles y hogares, una historia que conjunta, conforma la identidad del teapaneco.

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