miércoles, 27 de febrero de 2019

EL 27 DE FEBRERO Y LOS PARTICIPANTES TEAPANECOS

Teniente Coronel Anastacio Luis Luque Martínez



Retrato del Coronel Gregorio Méndez Magaña. Propiedad fotográfica Alfonso Bouchot, 2013.


     Mucho se ha escrito sobre este evento tan particular de armas en Tabasco, pero poco se ha logrado comprender del mismo, autoridades políticas y académicas en muchos de los casos han confundido fechas y lugares, dando paso a lamentables errores que han perdurado hasta nuestros tiempos, uno de ellos ha sido, el suceso histórico suscitado el 27 de Febrero de 1864 en la ciudad de San Juan Bautista.

     Mientras que en México las fracciones conformadas por liberales y conservadores estaban en franca oposición, surgió nuevamente la antigua idea de someter al país ante la voluntad política extranjera, así como la guerra de 3 años, conocida como la Guerra de Reforma, había dado continuidad al movimiento liberal, los conservadores, no obstante su derrota con el triunfo de la república en 1861, se quedaron a brazos cruzados formulando la invitación a Maximiliano de Habsburgo y a su esposa Carlota Amalia de Bélgica por medio de las gestiones del emperador francés Napoleón III que deseaba contrarrestar la influencia estadounidense y tener un aliado que sirviera de muro a los EU, ésta política fue denominada proimperialista por parte de los liberales mexicanos y tuvo un resquebrajamiento al solicitar las 3 potencias europeas el pago de sus adeudos que Juárez como presidente interino había detenido por encontrarse la patria comprometida económicamente.

    So pretexto de exigir el pago, amenazaban comenzar una guerra, que por la diplomacia mexicana se contuvo, más sin embargo, los franceses aprovecharon la oportunidad para hacer efectivas las ideas de Napoleón y tomar por la fuerza el país para sentar en el trono mexicano, abolido en 1823, un monarca extranjero afín al imperio francés, mismo en el que se vio Maximiliano y Carlota. Esta situación que se generó en todo el país, tuvo como consecuencia inmediata el levantamiento de los liberales para repeler a aquellos que estuvieran a favor del imperio, cada Estado de la república se aprestó con valentía a defender el honor de su patria.

    Tabasco no fue la excepción, cuando se presenta el coronel Eduardo González Arévalo (un español que no francés) al mando de un contingente de personas llegadas de Campeche, Yucatán y de otras partes de México, toma la capital San Juan Bautista y ejerce arbitrariamente un gobierno afín al imperio francés. Nótese que en ninguna parte figura algún francés como personaje central, el entonces gobernador de Tabasco tiene que huir para salvar su vida, que lo era en ese entonces el señor Victorio Victorino Dueñas Outrani y Felipe de Jesús Serra Campos como vicegobernador, éste último nos menciona la historia que se va a la sierra tabasqueña a una cabaña que tenía por ahí y esperar mejores tiempos para salir.

     Pero la valentía corrió desde la Chontalpa y la Sierra, que por instrucciones del Coronel Gregorio Méndez Magaña se fueron formando grandes batallones, las secciones "Zaragoza", "Valle", "Centro" y "de Reserva" con hombres de talante como el Coronel Narciso Sáenz, Coronel Lino Merino, Coronel Filomeno López de Aguado, Coronel Eusebio Castillo, Coronel Andrés Sánchez Magallanes, Coronel Juan de la Rosa Pérez, entre otros. Los dos momentos decisivos entre 1863 y 1864, fueron: 1 de noviembre de 1863 en las inmediaciones de la hoy ciudad de Cunduacán, en un terreno denominado Jahuactal, la batalla que hoy lleva su nombre (que en las muchas versiones se toma como una mera leyenda) y la del 27 de febrero de 1864 en la que se logra definitivamente hacer retroceder al enemigo proimperialista francés de la ciudad de San Juan Bautista (Villahermosa) y hacerlos replegarse al único bastión que les quedó en Tabasco, el pueblo de Jonuta que se mantuvo hasta 1866.

     En eso reside la importancia de estas fechas, la primera fue una batalla lograda con una táctica militar y combate cuerpo a cuerpo, la segunda que inicia el 11 de febrero con el ataque de El Principal, donde estaban las fuerzas armadas de los enemigos conservadores y que finaliza con la retirada de éstos últimos fuera de la capital, es la pérdida del poder que nunca tuvieron. No se logró solo, la participación de muchos municipios en defensa de la soberanía nacional fue evidente; la Chontalpa y la Sierra fueron las dos regiones históricas que se aprestaron con afán de sacudirse el imperio del territorio, tiempo antes de la llegada de Maximiliano y Carlota a tierras mexicanas.

     En la Sierra, Teapa y Tacotalpa tuvieron una participación casi heroica, el Coronel Lino Merino Marcín y compatriotas tacotalpenses dieron el ejemplo y le secundaron los teapanecos con el Capitán Anastacio L. Luque, Coroneles Eduardo Rosario Bastar Zozaya, José María Bastar Zozaya, Gregorio Bastar Zozaya y Policarpo Bastar Zozaya en compañía de los civiles Laureano Calzada, Aniceto Hernández, Anastacio Ocampo, Pedro José, Ramón y Natividad Toca, Inés y Ramón Alfaro, Fermín y Simón Rodríguez, León Méndez, Basilio Figueroa, José Natividad y Carmen Brindis, Mariano y Demetrio Chanona, Saturnino Sánchez, Juan de la Rosa Pérez, Pedro Uribe y Tomás Pedrero y una muchedumbre que se enlistó como soldado raso a las órdenes del tacotalpense Merino. Entre todos ellos tenemos la figura de un teapaneco, digno descendiente Bernabé de Luque que fuera escribano real de la provincia de Tabasco y férreo defensor de la Independencia en 1821.

Fotografía del Capitán Anastacio Luque. En el libro de Manuel Rosado González, 1962.


Teniente Capitán Anastacio Luis de Luque Martínez.- Junto con el Teniente Coronel Eduardo Rosario Bastar Zozaya, figuró el Capitán Anastacio Luque. Nació el Capitán Luque el 05 de enero de 1830[1] en la entonces Villa Heroica de Santiago de Teapa. Fueron sus padres, Don Ángel de Luque y Doña Tomasa Martínez de Luque, de cuyo enlace hubo tres hijos: Anastacio (el primogénito), Eraclio (padre del emérito y recordado Dr. Alejandro Luque) y Rosalía (casada con el coronel Eduardo Rosario Bastar Zozaya). Si bien de su formación no se sabe absolutamente nada, es probable que se haya formado en la escuela que fundara el senador Salvador Calcáneo y el cura párroco del templo parroquial en la Villa de Teapa, recibiendo la instrucción elemental, su inquietud y notable experiencia como político innato se vio reflejado en su notable interés en participar como servidor público en el Ayuntamiento y Jefatura Política de Teapa desde temprana edad. El Capitán Luque contrajo nupcias con la señorita Candelaria Medina que era 15 años menor que él, de cuyo enlace no hubo hijos.

     Fue un ferviente defensor de la causa liberal y de las Leyes de Reforma, recalcitrante Juarista y patriota. Esto lo demostró al servir en las filas de los Coroneles Lino Merino, Gregorio Méndez y Eusebio Castillo de quien fue amigo personal y de quien recibió notable instrucción militar. En el informe del Coronel Castillo al Secretario de Guerra, menciona al Capitán Luque por su arrojo y valor en la toma de El Principal, hecho de armas ocurrido el 11 de febrero de 1864.[2] Allí recibió un balazo en una oreja y fue muy felicitado por los Coroneles Méndez y Castillo. El notable escritor José María Merino en su poco recordada Carta a la memoria del Coronel Lino Merino de 1905 recuerda los hechos notables de quienes participaron a su lado en la lucha contra los invasores proimperialistas franceses, entre ellos considera a teniente capitán Luque.


Acta de defunción del capitán Anastacio Luque, cuya muerte se verificó el día 4 de abril de 1895. Oficialía del Registro Civil de Teapa, Tabasco.

     Después, las actividades desempeñadas como Juez del Estado Civil (1879-1881) y tres veces Jefe Político en diversas fechas (1877, 1884 y 1886) nombrado por los gobernadores General Juan Ramírez Calzada, Dr. Manuel Mestre Gorgoll y Coronel Eusebio Castillo por la confianza y las cualidades morales que le caracterizaron. A pesar de su “recalcitrante Juarismo” pasó a la filas porfiristas donde obtuvo el reconocimiento de personalidades tabasqueñas que también participaron en los diferentes vaivenes de la política estatal y conocieron de cerca la entereza y rectitud de Anastacio. El General Abraham Bandala Patiño, gobernador del Estado varias veces lo visitó en su casa habitación de la calle José Víctor Jiménez que comenzaba en la ahora bajada hacia las “4 Esquinas”, donde falleció el 4 de abril de 1895 a la edad de 65 años según su acta de defunción de ictericia firmada por el Juez del Estado Civil Eugenio Quintero y testimoniada por los señores Alberto P. Wade y los Ramones Castro y Pérez amigos del extinto, dejando viuda a doña Candelaria Medina a los 50 años de edad. Fue sepultado en el Cementerio General de la Ciudad con los honores correspondientes a un veterano de la defensa de la Patria.


Lic. Eddy Lorenzo González Jiménez, historiador.


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Bibliografía

  • Filigrana Rosique, Jesús Arturo (2015): Un territorio republicano en el seno de un imperio, en Ruiz Abreu, Carlos Enrique (coordinador): La intervención francesa y el triunfo liberal en Tabasco (27 de febrero de 1864). Gobierno del Estado de Tabasco, Instituto Estatal de Cultura. Villahermosa, Tabasco, págs. 101-144.
  • Rico Medina, Samuel (2015): Los intervencionistas en Tabasco: 1862-1867, en Ruiz Abreu, Carlos Enrique (coordinador): La intervención francesa y el triunfo liberal en Tabasco (27 de febrero de 1864). Gobierno del Estado de Tabasco, Instituto Estatal de Cultura. Villahermosa, Tabasco, págs. 145-198.
  • Rosado González, Manuel (1990): Historia y geografía de Teapa. Gobierno del Estado de Tabasco, Instituto de Cultura de Tabasco. México, p. 30.
  • Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, Biblioteca Histórica "José Martí", catálogo por título de obras microfilmadas, enero de 2009.
  • Oficialía del Registro Civil de Teapa, Libro de Defunciones, Primer Semestre, año 1895, foja s/n, partida número 20, ANASTACIO L. LUQUE.
  • González Jiménez, Eddy Lorenzo (2016): Documentos y datos para la biografía del Capitán Anastacio L. Luque (compilados, corregidos y anotados). Secretaría del H. Ayuntamiento Constitucional de Teapa (2016-2018). Ciudad de Santiago de Teapa, Tabasco, 21 págs.





[1] Así lo expresa la lápida de mármol en el Panteón General de Teapa. Manuel Rosado mencionaba que era el 10 de marzo de 1847, ignoro dónde habrá obtenido el dato para anotar esa fecha.
[2] La fecha que menciona Manuel Rosado es el 27 de febrero de 1864, pero la documentación presentada da cuenta del 11 de febrero del mismo año, el primer fechamiento es del todo incorrecto y no pudo darse así, pues esa "batalla" correspondió al asalto de la ciudad por parte de los republicanos tabasqueños y a la expulsión definitiva de los proimperialistas de la ciudad San Juan Bautista, que perdiendo la ciudad el enemigo, perdían el control total del Estado, teniendo que huir al último bastión que les quedaba, Jonuta.

martes, 12 de febrero de 2019

EL SEÑOR DE PIE Y EL PECADO EN COCHE

Una dama novohispana que nos enseñó humildad.


Presunto retrato de Doña Manuela Rosa Isabel Gregoria Francisca Felipa Fernández y de la Cueva Rodríguez. Autor: Ignacio María Barreda, Retrato de dama novohispana, óleo sobre tela, 73 x 58 cm., ca. 1795, colección particular, catalogación: Juan Carlos Cancino.

DEDICO ESTA LEYENDA A MIS HERMANOS MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA SAGRADA COMUNIÓN QUE FUIMOS INSTITUIDOS EL DÍA 3 DE FEBRERO DE 2019 EN EL TEMPLO PARROQUIAL DE SANTIAGO APÓSTOL, TEAPA:
Claudia Vanesa Lagunes López / Anselmo Gallegos García / Martha Miranda Ordóñez / José Atila Moreno Hernández / Dora María García Aguilar / Abelardo Pérez Méndez / Martha Elena Jiménez Arias / Crisanto Castellanos Castellanos / María Esperanza Castillo Martínez / Darwin Ramírez Cruz / Eddy Lorenzo González Jiménez.


     Doña Manuelita Fernández y de la Cueva, era una mujer muy hermosa. La describiremos a brevedad; mujer alta, con cuerpo delgado bien formado, cabellera rubia ondulante, bellísimos ojos azules y vivaces a la vez, los cuales siempre expresaban mucha alegría, mujer de singular altura con sus pechos bien formados.

     Era una dama ágil, de buen carácter, tratando de estar siempre alegre, haciendo a un lado los malos momentos de la vida, y por lo mismo su semblante reflejaba una actitud positiva ante los hechos de la vida. Sin embargo, pese a todas estas gracias, Manuelita no era un dechado de virtudes, pues había convertido su a su bello cuerpo en instrumento para obtener dinero fácil.

     No quiere decir que se dedicara en cuerpo y alma a la profesión más antigua del mundo, pero con esa belleza y esos encantos atraía hacia sí a hombres ricos, a quienes engañaba fácilmente fingiéndoles amor y aprovechaba para sacarles todo el dinero que los tontos se dejaban sacar.

     Así pues, el dinero, si no lo tenía en abundancia, si le alcanzaba perfectamente para vivir bien, con lujos suficientes y para cumplirse todos lo caprichos que se le antojaran. Pese a la vida de pecado que llevaba, en el fondo de su alma, había una persona buena, pues ayudaba a todo el que se le ponía enfrente; no digamos los magníficos donativos que enviaba a los diversos conventos y hospitales, hospicios y orfanatos; socorría a las mujeres meretrices de su gremio, y en fin, socorría a todo aquel que le pedía ayuda económica, pues los que solicitaban ayuda no se regresaban con las manos vacías.

     El dinero que ganaba a manos llenas, vendiendo sus favores, lo gastaba igualmente, no guardaba, pero sí era suficiente para hacer todas sus caridades, pues al fin y al cabo, había muchos hombres ricos en Nueva España a quienes quitarles sus dineros, fingiéndoles amor, para despreciarlos posteriormente, cuando les hubiera sacado hasta el último centavo.

     Cuenta la leyenda que el día 12 de febrero de año de gracia de Nuestro Señor de 1708, se reunió toda la nobleza de la Nueva España, en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Estaban ahí presentes para realizar un acto de gratificante humildad.

Excelentísimo Señor Don Francisco Fernández de la Cueva y de la Cueva, Duque de Alburquerque, Marqués de Cuéllar, Conde de Ledesma y de Huelma, Señor de las villas de Mombeltrán, Codosera, Lanzahita, Mijares, P. Bernardo, aldea Dávila, S. Esteban, Villarejo y las Cuevas. Comendador de la Encomienda de Guanacanal en la Orden de Santiago, Administrador de la de Vensaian en la de Alcántara, Gentil hombre de la Cámara de su Majestad, Capitán General que fue de la costas y ejércitos de Andalucía y actualmente Virrey y Gobernador, Capitán General del Reino y Presidente de la Real Audiencia de México. Tomó posesión a 27 de noviembre de 1702 años. CC-BY-NC. Coordinación de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural. Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

     Se hicieron los cimientos para hacer el camarín de la Santísima Virgen. Estaba congregada la nobleza de la Nueva España, y a la cabeza de ellos se encontraba el Virrey, el excelentísimo señor Don Francisco Fernández de la Cueva [y de la Cueva], duque de Alburquerque y marqués de Cuéllar, a quien se debe la enorme obra entre otras de la fundación del Colegio Apostólico de Guadalupe en la ciudad de Zacatecas y la solemne dedicación de la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe en el año de gracia de 1709.
El 12 de enero de 1707 fue fundado el Colegio Apostólico de Propaganda Fide de Guadalupe, Zacatecas por los frailes franciscanos Antonio Margil de Jesús, José de Castro, José Guerra, Alonso González, Pedro Franco, José de San Francisco, Juan de Alpuente, Roque Alcaraz, Juan Miguel de Oropeza, Alfonso Fernández de Quevedo y Cristóbal Gutiérrez.
Lo que se dedicó en aquella ocasión fue la apertura del nuevo templo dedicado a la Virgen de Guadalupe el 1 de mayo de 1709 con un solemne novenario. Hasta 1749 recibió el título de Colegiata, es decir, que sin ser catedral, posee su propio cabildo. 

     El día 30 de abril de 1709 es trasladada la Santísima Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe a su nuevo lugar en solemne procesión. Curioso espectáculo ha de haber sido, pues los delicados nobles portaban en sus manos, palas, zapapicos, azadones, etc., haciendo esta dura faena, mientras las damas los contemplaban emocionadas, mirando el duro trabajo que realizaban ya fueran sus maridos, hermanos o padres, etc.

     Algunas damas secaban el sudor del rostro de los trabajadores, otros los miraban con caridad, mientras que la multitud contemplaba gozosa el espectáculo en compañía del Arzobispo, rodeado de los canónigos guadalupanos y de algunos funcionarios de palacio.
Es preciso anotar que durante esta época no existieron los "canónigos guadalupanos" y aún la Colegiata no estaba erigida sino hasta octubre de 1750 cuando tomó posesión el primer Abad, ignoro dónde tomo el citado autor la referencia.
     Terminados de cavar los cimientos de la obra, se procedió a la colocación de la primera piedra con la bendición y los aplausos correspondientes, y de ahí, el cabildo del Santuario, ofreció un banquete a los nobles trabajores, mismo que fue preparado con suma exquisitez por las hermanas capuchinas.

     Al terminar la comida, se pusieron en marcha hacia la ciudad todos los presentes, tomando cada familia sus coches suntuosos, compitiendo con la carroza dorada del señor Arzobispo, quien partió de ese sitio muy complacido de la noble acción realizada ese día. Venían ya todos de vuelta en comitiva, cuando les dio alcance una carroza de colores rojo y dorado.

     Todos voltearon sorprendidos preguntándose por ese ridículo coche y cuál sería la sorpresa al ver que era de Doña Manuelita Fernández y de la Cueva. Al ir rebazando a las demás carrozas la gentil mujer era el blanco de la crítica de las damas de la alta alcurnia, dándose todo tipo de comentarios, desde infeliz ramera hasta elegante y hermosa dama.

     Algunas mujeres murmuraban: - Cómo puede atreverse esta mujer a alcanzar a esta noble comitiva; seguramente esta dama debe tener dentro del cuerpo al mismísimo diablo -. De repente se terminaron las murmuraciones y la comitiva hizo alto total, todos los vehículos detuvieron su andar, incluyendo el de Doña Manuelita, que también detuvo su marcha.


Un viático en el Batzán. Javier Ciga, 1917. Museo de Navarra.

     El motivo fue que en esos momentos, salía el Señor Cura de la Iglesia de Santa Ana, un viejecito de pelo cano, quien en su rostro reflejaba tranquilidad y una caridad enorme. El sacerdote salía con el Viático en las manos, a impartir los últimos sacramentos a un moribundo, por delante del religioso caminaba el sacristán, quien cargaba en su mano derecha un farol y con la izquierda iba tocando la campanilla, que emitía sonidos tristes, cuya finalidad era precisamente recordar a los transeúntes el fin de la vida.

     El sacerdote caminaba lentamente llevando en sus manos el Divino Tesoro, que iba a impartir a aquél ser que se encontraba en el umbral de la eternidad. Esta dramática escena contrastaba con el lujoso desfile de la comitiva que venía del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y era un espectáculo imponente.

     Todos los nobles se arrodillaban dentro de sus carruajes al paso del padre que tenía que ir a cumplir esa misión. De pronto, Doña Manuelita, abrió la portezuela de su carruaje y de un salto bajó de éste, se acercó al sacerdote y le ofreció con suma humildad su carro para que pudiera conducirse con rapidez a la casa del agonizante, quien esperaba con ansias los últimos sacramentos, para emprender con la gracia de Dios, el viaje sin retorno.

     Tomó la dama el farol y condujo al religioso hacia el interior del vehículo, abrió ella personalmente la puerta, se arrodilló en el estribo y le dijo estas palabras al santo hombre: - No es justo que el Señor camine a pie, y que el pecado vaya en coche. Dígnese, Padre, aceptar este carruaje para su servicio, más cinco mil pesos en oro, para que realice usted las obras de caridad que su corazón disponga -.

     Todos los presentes se quedaron perplejos; ya no murmuraron sus lenguas venenosas ni una palabra más, simplemente se dedicaron a observar a Doña Manuelita caminando a pie, tranquila y lenta, vestida elegantemente como acostumbraba, junto al carruaje que conducía al buen clérigo.

     El Arzobispo le sonrió levemente y la miró con ternura al tiempo que ella iba alejándose de su vista.

     Cuando la comitiva siguió su marcha y pasaban junto a Doña Manuelita, los cocheros y criados se quitaban con mucho respeto sus sombreros, pues todos los presentes habían recibido por parte de Doña Manuelita, una lección de humildad, que ninguno de ellos fue capaz de realizar.


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Bibliografía

  • Gómez G., Víctor J. (s/f): Leyendas y sucedidos del México colonial. Gómez Gómez Hnos. Editores, S. de R. L., México, D.F., págs. 50 - 54.
  • Andrade, Vicente de P. (1879): Tabla cronológica de los Capitulares de la Insigne Colegiata Parroquial de Santa María de Guadalupe desde su fundación hasta hoy. Tipografía y Litografía "La Europea". México, 15 p.