sábado, 1 de diciembre de 2018

EL POETA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE DE MÉXICO

Tres cantos poemas de Mons. Vicente María Camacho y Moya, Obispo de Tabasco.



Ilmo. y Excmo. Sr. Dr. Dn. Vicente María Camacho y Moya (1886-1943), 7° Obispo de Tabasco (1930-1943). Propiedad fotográfica Pbro. José R. Ramírez.

     Cada año llegando la época del docenario guadalupano, se empiezan a oír cantos populares a la Virgen del Tepeyac en nuestra comunidad parroquial de Teapa, pero muchos desconocen quién es el autor de tales composiciones y menos aún cuál es el verdadero significado que tiene cada estrofa versificada. Por eso, emprendemos la labor de transcribir tres poemas que se convirtieron en cantos populares y se entonan durante las festividades guadalupanas y descubrir un poco al autor de ellos, el VII Obispo de Tabasco.
"Vicente María Camacho y Moya nació el 8 de junio de 1886 en el barrio "Jesús" de la ciudad de Guadalajara Jalisco, hijo de don José R. Camacho y doña Juliana Moya, bautizado cinco días después siendo padrinos sus tíos Tranquilino Moya y Josefa Mejía. Hizo sus primeros estudios en el asilo San Felipe, luego pasó al Colegio del Divino Salvador, que dirigía su tío materno Carlos Moya. El 19 de octubre de 1897, llegó a la puerta del Seminario de Guadalajara donde pidió ser admitido, ingresando al Menor y en 1903 al Mayor. Recibió las órdenes menores el 31 de enero de 1904 y el orden sacerdotal el 5 de diciembre de 1909 en la Catedral tapatía de manos de Mons. José de Jesús Ortiz, Arzobispo de Guadalajara a la edad de 23 años, cantando su primera misa el 12 del mismo mes en el Santuario de Guadalupe. Ocupó la cátedra de latín, lógica y oratoria sagrada y el 20 de mayo de 1917 asume como primer párroco de la parroquia de San Miguel en Guadalajara y en octubre de 1924 asiste al Congreso Eucarístico celebrado en la Catedral de México con una composición religiosa. Durante la persecución religiosa estuvo desterrado en Los Ángeles, California, regresando en 1929 para volver a su parroquia. El 14 de febrero de 1930 fue preconizado por S.S. Pío XI como 7° Obispo de Tabasco y consagrado el 7 de mayo en la Catedral de Guadalajara por Mons. Francisco Orozco y Jiménez, Arzobispo de Guadalajara ayudado por Mons. Miguel María de la Mora y Mora, Obispo de San Luis Potosí y Mons. Ignacio Plascencia y Moreira, Obispo de Zacatecas, en el mismo acto fue consagrado también Mons. José Garibi y Rivera como auxiliar de Guadalajara. No pudiendo tomar posesión de su Diócesis por la inestabilidad política debida a la persecución a que todavía era tenida la Iglesia en Tabasco, esperando largos 8 años de residencia en la Villa de Guadalupe, que gracias a la reconquista espiritual lograda en 1938 se logra la reapertura de los templos y de la profesión católica, ingresando el 10 de diciembre de ese año a Tabasco. Después de 5 años de fecundo trabajo apostólico en su Diócesis y teniendo que salir a ciudad de México, falleció de un infarto el 18 de febrero de 1943, se encuentra sepultado en el Panteón del Tepeyac, a los pies de la Virgen Morena."
     El primer poema fue una exclamación de sentimiento de tristeza ante la ocupación de las fuerzas estadounidenses en el puerto de Veracruz, medida adoptada por el país del norte ante las expropiaciones de parte del gobierno de México bajo las órdenes de Gral. Venustiano Carranza a las empresas petroleras en 1914, deja entrever la situación política y espiritual que vivían los mexicanos de la época, el poema POR ELLA fue redactado en ese tiempo tan escabroso que representa el punto de partida de la segunda fase del movimiento revolucionario, ¿Qué queda de mi Patria?, será la interrogante del padre Camacho ante esos hechos adversos.

¿Qué queda de mi Patria? Los bosques seculares
no son ya de sus hijos: las ondas de sus mares
las surcan mil bajeles de extraño pabellón;
Y huérfanos sus hijos, helados sus hogares,
sus vírgenes holladas, sus hombres, ¡sin honor!

¿Qué queda de mi Patria? Sus ríos de oro y plata
ha mucho desembocan en gruesa catarata
en la nación vecina que siempre nos odió;
en cambio, en nuestros rostros el hambre se retrata,
¡Vivimos cual mendigos, y es rico el vil ladrón!

¿Qué queda de mi Patria? Los que antes era huertos,
hoy son lagos de sangre o fúnebres desiertos
en donde los chacales celebran su festín...
¡Tan pobre está mi Patria, que hasta sus hijos muertos,
bajo el ardiente fuego del sol se han de podrir...!

¿Qué queda de mi Patria? Su legendaria historia,
que es toda  epopeya, que es un cantar de gloria,
las manos de sus hijos, infame, mancilló:
¡El nombre de sus héroes huyó de la memoria,
y se levantan himnos al nombre del traidor...!

¿Qué queda de mi Patria? Su tricolor bandera,
dicen que no es la misma que en otros tiempos era,
que Unión ya no nos pide, que ya no es Religión;
que al resplandor rojizo de una infernal hoguera
de odios implacables, su rojo se tiñó...

¿Qué queda de mi Patria? Las losas funerarias,
que ayer veíanse envueltas en rosas y plegarias,
sacrílega la turba llegó y las arrancó.
Y al polvo de los héroes llamó polvo de parias,
y las cenizas santas se llevó el aquilón...

¿Qué queda de mi Patria? el Dios de mis mayores,
Él único que puede calmar nuestros dolores,
El Cristo de mis padres, ¡mi Cristo! ¿Dónde está?
¡Escupen nuestros rostros llamándonos traidores,
si intentan nuestros labios su Nombre pronunciar!

¿Qué queda de mi Patria? No tiene ya valientes,
sus niños, no son niños... pues no son inocentes;
sus hijos no son ángeles... no tienen ya, pudor;
sus viejos no son viejos... hay manchas en sus frentes;
sus madres no son madres... les falta corazón...!

¿Qué queda de mi Patria? Cerrados sus Santuarios,
están llenos de polvo y rotos sus Sagrarios,
la santa nave, sola: sin fieles y sin Dios...
Y mudos y sombríos sus altos campanarios,
parecen mausoleos de un pueblo que murió.

¿Qué queda de mi Patria? Mañana, cuando truene
la voz de los cañones, si el extranjero viene
e intenta destrozarnos... ¿Por quién iré a luchar?...
¿Pueden arrebatarle su Patria a quien no tiene?...
¿Al huérfano su madre, le pueden arrancar?

¿Qué queda de mi Patria? ¡Una fulgente estrella
que en lo alto del bendito Tepeyacatl descuella,
bañando en la luz purísima el mundo de Colón!.
¡Mi Patria aún no ha muerto, que de mi Patria es Ella
la gloria, la esperanza, la vida, el corazón!

La Patria no ha muerto; no ha muerto, mexicanos.
La Celestial Morena, la que nos hizo hermanos,
la que nos hizo libres, está en el Tepeyac.
¡Que tiemblen los infames! ¡Que tiemblen los tiranos!
¡Que canten los clarines de eterna libertad!

Por Ella lucharemos hasta el postrer instante;
¡Por Ella, venceremos al colosal gigante
que intente destrozarnos, y, si él es vencedor,
tendrá bajo sus plantas a un pueblo agonizante,
que muere por su Virgen, que muere por su Dios!

Pbro. Vicente M. Camacho, 1914.

     El siguiente canto poema es el primero de los dos que escribió en 1931 en el 400 aniversario de las Apariciones de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, fue estrenado en la Basílica de Guadalupe para conmemorar ese dichoso día, refleja completamente el pensamiento guadalupano de Mons. Camacho, fueron escritos en la residencia de la Villa de Guadalupe, la schola cantorum del Santuario de Guadalupe lo interpretó el 12 de diciembre de ese mismo año como un regalo de la Diócesis de Tabasco. Si bien el HIMNO GUADALUPANO o A LA VIRGEN DE GUADALUPE como aparece en un compendio de Mons. Calisto Mora de la Rosa, Vicario General de la Diocesis, es una parodia de otro más conocido y popular, éste canto poema especifica elementos esenciales dentro de la historia del milagro y pone en boca de los tabasqueños el amor hacia María de Guadalupe.

La Virgen María es nuestra protectora,
nuestra defensora, no hay nada que temer.
Somos cristianos y somos mexicanos,
¡Viva, viva Cristo nuestro Rey!

No hay pueblo en el mundo que haya sufrido tanto
hasta agotar su llanto cual México sufrió.
Vedlo contento porque respira el viento
que la Madre Virgen respiró.

Dichoso Juan Diego, era el representante
de este pueblo amante que vive de tu amor.
¡Oh! Madre pura, bendita tu ternura
que nos trata como a xocoyotl.

Gloriosa bandera nos dieron tus favores
que tus tres colores no dejen de esplender.
Que la serpiente se agite, inútilmente,
sin lograr al águila vencer.

Tu nombre bendito, Virgen de Guadalupe
desde que lo supe, robóme el corazón.
¡Haz Madre mía, que, en mi última agonía
lo pronuncie con inmenso amor!

Tus manos juntitas están pidiendo al cielo,
que nos dé consuelo, perdón y libertad.
Si las separas, si tú nos desamparas,
no tendremos esperanzas ya.

En medio a la sombra de nuestra noche negra
solo nos alegra la luz del Tepeyac.
¡Oh! ¡Qué tranquilas nos miran tus pupilas
con amor ardiente, maternal!

¡Tabasco te ama! Sus frutos y sus flores,
gozos y dolores, ¡son todos para ti!
Y, alegre o triste, la fe que tu le diste,
¡guardará, por siempre, hasta morir!

Mons. Vicente M. Camacho, noviembre de 1931.

     Este último canto poema es muy conocido en Teapa, fue enseñado por Mons. Camacho a las hermanas Valencia que tenían habitación en la esquina de las calles de Plaza Independencia con Lic. Mariano Pedrero. Fue escrita con la finalidad de conmemorar el 12 de diciembre de 1931, no llegó a entonarse para esa fecha como la anterior, pero la estrenó en el templo provisional que dedicó en la colonia 1 de Mayo en la ciudad de Villahermosa en 1940, la letra refleja el fervor de un hombre apasionado por la Santísima Virgen, le tituló como MAÑANITAS GUADALUPANAS pero todos le conocen como ES EL 12 DE DICIEMBRE como refiere la primera línea del canto poema. Hace referencia a la petición de la Virgen de construir un templo, del significado histórico de la nación mexicana, la maternidad y patrocinio de María sobre México y del gran tesoro que tiene el país al tenerla a ella como Madre.

Es el 12 de diciembre,
el más grande y bello día,
porque nos tomó por suyos
la siempre Virgen María.
Madrecita, Madrecita:
¡Estamos locos de amor
y quiere estallar de gozo
nuestro pobre corazón!

Del cielo bajó al cerrito
a decirnos sus amores.
Y el cerro la quiso tanto,
que le dio besos de flores.
Madrecita: desde niño,
todos mis besos te di.
Y, por besarte en la gloria,
¡se me hace tarde morir!

Los ángeles se asombraron
y se oscureció la luna,
al ver que a México diste,
en tus brazos, blanda cuna.
Madrecita, Madrecita:
¿Oyes a tu xocoyotl?
¡Ha llorado tanto, tanto,
que su voz enronqueció!

La primera luz del alba
ya por el oriente asoma.
¡Despierta y llena mi Patria,
con tus arrullos..., paloma!
Madrecita, Madrecita:
¡Vuélvenos a repetir,
que nada nos hace falta,
pues te tenemos a Ti!

A México le pediste
sólo un templo y un altar.
Y en santuario convertimos
cada pecho y cada hogar.
Madrecita, Madrecita:
Tú reinas en mi jacal,
en mi alma, en mi vida,
en mi muerte y... ¡más allá!

Juan Diego escuchó conciertos,
en la tierra nunca oídos.
Y no era un sueño: ¡Cantaban
de tu pecho los latidos!
Madrecita, Madrecita:
¡Déjame acercarme a ti!
¡Quiero oír aquellas músicas
y, escuchándolas, morir!

Vencedora de la serpiente,
yo te miro en mi bandera.
Por eso la quiero tanto,
por ella morir quisiera.
Madrecita, Madrecita:
¡Tu eres águila caudal!
En mi pecho vive y mora.
¡Aquí tienes tu nopal!

Quitarnos pueden la plata.
¡Nos pueden quitar el oro!
Nos pueden quitar la vida.
¡Pero no... nuestro tesoro!
Madrecita, Madrecita:
No me quitarán tu amor,
ni cuando sequen los mares
y apaguen la luz del sol.

Tal vez se te hacen poquitas
las estrellas de tu manto.
Por eso quieres que México
sufra y llore tanto, tanto.
Madrecita, Madrecita:
¡Qué gusto me da llorar,
para que tus lindas manos
puedan mis ojos tocar!

A Juan Diego, sin su tilma,
para dárnosla, dejaste.
En cambio, le diste el cielo.
¡Qué cara se la pagaste!
Madrecita, Madrecita:
¡Quítame todo, también!
Nomás déjame el aliento,
para un: "¡VIVA CRISTO REY!".

Mons. Vicente M. Camacho, noviembre de 1931. 

     Apasionado patriota y mexicano, hombre culto y orador elocuente, Mons. Camacho escribió durante toda su vida hermosos poemas que nos legó a la posteridad cargados de mucho sentimiento humano, de valores, de libertades y sobre todo de fe. Sus escritos forman parte ahora de bagaje popular que se recuerdan cada 12 de diciembre en honor de Aquella por la que desgastó su pluma: la Santísima Virgen de Guadalupe.


Lic. Eddy Lorenzo González Jiménez, historiador.


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Bibliografía

  • Camacho y Moya, Vicente M. (1997): Obra Poética. Editorial Amate. Guadalajara, Jalisco, 272 p.
  • García Benitez, Juan Pablo y Diego López Lázaro (2002): Inquieto Amanecer. Revista del Seminario Diocesano de Tabasco, año XII, no. 38. Villahermosa, Tabasco, México, págs. 26-26.
  • Mora de la Rosa, Mons. Calisto (1979): Tabasqueños: ¡Al Tepeyac! Edición particular de... Villahermosa, Tabasco, págs. 4-10.

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