(Callejón de la Escondida)
Dedicado al Pbro. Isidro de la Cruz Sánchez,
cura párroco del barrio de Esquipulas.
Parroquia Señor de Esquipulas, año 2016. Propiedad fotográfica archivo particular ELGJ. |
El callejón Marcos Emiterio* Becerra Sánchez en su segunda prolongación
subiendo de la calle Simón Sarlat Nova y terminando en la calle Dr. Horacio
Brindis de la Flor, forma parte de un lomerío bajo que introduce al sistema montañoso
de Chiapas, ese mismo espacio, a principios del siglo XX era conocido popularmente como el "Callejón de la Escondida", pues se encontraba prácticamente escondido a la vista de muchas personas que transitaban por el lugar, es ahí dónde se desarrolla la historia que vamos a relatar y que conforma parte del folclore popular que poco a poco se ha perdido en el tiempo.
Pasado
el tiempo revolucionario, el barrio de Esquipulas se transformó,- por las
necesidades de emprender económicamente la ayuda a las mujeres solteras o que
habían quedado viudas a temprana edad y sin descendencia-, en un sitio donde la
vida se pagaba por el servicio, es decir, la prostitución se convirtió en una
situación local muy fuerte que muchas veces provocaba escándalo entre las
personas de la más pura moralidad, los hombres se acercaban a estos burdeles
regentados por la matriarca y donde las hijas participaban para apoyar en las
necesidades de la casa, el dinero era la aportación de cada una para subsistir
y para continuar la labor que habían emprendido.
Callejón superior Marcos E. Becerra, año 2016. Propiedad fotográfica archivo particular ELGJ. |
La calle donde se montaron esos
burdeles y casas de cita, fue por la distancia y oculto a la vista, el
principio de la calle del antiguo camino a Chiapas. Esta calle se denominó La
Escondida, por encontrarse en un sitio poco transitado ya que era el final de
la calle Simón Sarlat y que comunicaba al barrio de Esquipulas a donde estaba
adscrito. Las mujeres que se dedicaban a la profesión más antigua del mundo, si
bien no eran malas, tenían la pésima reputación de lugar, por el tipo de
educación de aquella época de los años 40’s, las mujeres tenían que soportar
los engaños de sus esposos y aún tolerar que ellos asistieran a esos sitios a
convivir con las mujeres públicas, sin que Ayuntamiento alguno tomara las
medidas necesarias para detener el avance de este mal imperante o en todo caso
el auxilio económico para las mujeres públicas.
Pasada la persecución religiosa y la
reapertura de los templos católicos, en mayo de 1938 llegó el primer sacerdote
a Teapa, el famoso padre Isidro González Villegas, originario de Veracruz, residió en
el templo de Esquipulas, ya que era el único que aún conservaba su estructura
intacta porque había sido utilizado como salón principal de bailes y cuartel
general de la gendarmería oficial gubernamental, las otras iglesias estaban inhabitables y destechadas en su
totalidad, el sacerdote permaneció hasta 1946 en que llegó el humilde padre Javier
Guadalupe Hernández, originario de alguna comunidad de Macuspana, varón apostólico y de santidad
indiscutida.[1]
El padre “Lupito” Hernández, como
era conocido, en su labor pastoral recorría las comunidades a pie, solía
abandonar la cabecera parroquial para atender otros pueblos cercanos como los vecinos Ixtapangajoya y Pichucalco que pertenecían a la Diócesis de Tabasco en ese tiempo, su
ministerio le llevó a confrontar los restos de anticlericalismo que existía aún
con el gobierno municipal pero logró ganarse el aprecio de todos por la
constante familiaridad con las damas ricas de la sociedad teapaneca que veían en él
a un santo. Para él la vida moral era lo más preocupante, los constantes escándalos en
el barrio, como los robos, asesinatos, enconados pleitos entre familias y la situación de
los burdeles hacían del barrio de Esquipulas un sitio poco confiable y seguro para transitar a
ciertas horas de la noche.
El padre Lupito Hernández debió cargar todos los viernes sin importar que hubiera calor, lluvia o frío, su fe lo mantuvo hasta el final. Propiedad fotográfica libre en la red. |
El sacerdote procuraba visitar a las
mujeres públicas continuamente con la finalidad de convencerlas de abandonar ese
estado deplorable de vida; una viuda llamada Paquita Sánchez dedicada a esta profesión fue una fiel
seguidora del sacerdote que constantemente asistía a los divinos oficios y
procuraba colmar de atenciones al levita santo. El padre Hernández en ocasiones era
ayudado por algún sacerdote vecino de Tacotalpa o Jalapa que en sus pocos ratos libres atendía la
obra espiritual que alentaba el párroco, de lo poco que se conserva del
sacerdote en los documentos del archivo de la Diócesis encontramos unas notas sobre su
pensamiento y las intenciones que tenía sobre el pasto espiritual encomendado a
su ministerio, lo manifestaba de este modo:
“… Buscamos que Jesucristo sea amado por
todos, ya lo ha reiterado muchas veces el Ilmo. Sr. Del Valle y Navarro, la
persecución religiosa ha servido para avivar la flama en los corazones de los
hombres y encender su fe en Dios, el pueblo cristiano que se me ha encomendado
debe vivir de manera cristiana bajo los mandamientos que Cristo Nuestro Señor
nos ha enseñado, alejados de la perversión del mundo y el pecado que tanto daño
hace a los hijos de Dios…”.[2]
Era el amor por su pueblo y
parroquia lo que le llevó a consumar el mayor de los sacrificios hechos por el
hombre en favor de sus hermanos, un buen día tomó la decisión de abrazar la
cruz y él mismo ser imagen de Cristo para caminar por las calles de Teapa,
especialmente del barrio de Esquipulas e invitar por medio de la devoción
piadosa del Viacrucis a la conversión, cambio de vida y arrepentimiento.
Solía caminar descalzo por las calles de Teapa, implorando la misericordia para los pecadores y el arrepentimiento de su corazones. Propiedad fotográfica Pxhere.com |
El sacerdote revestido con su hábito
talar negro, que a pesar de la prohibición constitucional remarcada en el
artículo 130 de que el clero no debía portar fuera de los templos ningún habito
que le identificara, salía descalzo a recorrer con la cruz a cuestas e
implorando a Dios el perdón de los
pecados de aquellos que más le ofendían, únicamente se oía el canto "Perdón oh Dios mío / Perdón e indulgencia / Perdón y clemencia / Perdón y piedad". El mismo presidente municipal, don
Manuel Rosado González le profesaba verdadera devoción y afecto, no sólo por
sus dotes extraordinarias de humanismo, sino también por su cultura y sapiencia,
noticia ésta que llegó incluso a oídos del gobernador Francisco Jesús Santamaría,
por esa causa se le era muy respetado, así supo ganarse a los “enemigos” de la
Iglesia.
Al
pasar por la calle Simón Sarlat, salían las mujeres a ver el impresionante
Viernes Santo que protagonizaba el sacerdote, alguna pecadora inclusive llegó a
verle transfigurado en un nazareno sangrante y flagelante, de esta manera,
ellas conmovidas hasta el punto de la compunción, solían arrodillarse a llorar
y pedirle a Dios las sacara del maleficio que sobre ellas pesaba.
Y era verdaderamente una escena de
lo más conmovedora, a tal grado de que la bondadosa viuda Paquita, aquella que le
servía con notable cariño y afecto, se convertía en una piadosa Verónica que
solía darle auxilio durante todo el trayecto del acto pío hasta terminar
extenuado sobre el suelo del presbiterio abrazando la cruz. Esta devoción piadosa la realizó todos los viernes de cada mes hasta el último día en que estuvo a cargo de la parroquia de Teapa, su presencia imponía el más cálido amor a Dios, incluso se cuenta que aquellos que le vieron aseguran haber visto un halo de luz clara saliendo de su rostro y hasta la sangre que dejaba sobre el suelo de la calle por mucho tiempo permanecía fresca sin la corrupción de la materia natural.
Aun cuando se le
asignó la ayuda del padre Carlos González Rubio, su estancia de un año y medio
estaba por terminar, sentido fue para el pueblo católico ver partir al sacerdote que en
verdad se preocupaba por ellos y estaba siempre pendiente de sus necesidades.
Su ministerio sacerdotal y la obediencia debida al Obispo, lo llevó al
municipio de Cárdenas en la parroquia de San Antonio de Padua, donde falleció
con fama de santo en la década de los 60’s.[3]
Lic. Eddy Lorenzo González Jiménez, historiador.
Bibliografía:
- González Jiménez, Eddy (2018): Leyendas Teapanecas (Rescatadas, Anotadas y Comentadas). Gobierno del Estado de Tabasco, Instituto Estatal de Cultura, Secretaría de Cultura. Villahermosa, Tabasco, págs. 45-49.
* Mi estimado y distinguido amigo, el maestro Gerardo Zentella-Falcón me hizo el favor de comunicarme sobre el verdadero significado del segundo nombre de Marcos "E.", que muchos creíamos originalmente era Enrique, sin embargo, en el Libro de Nacimientos de 1870 se lee claramente que es Emiterio.
[1]
Parroquia Santiago Apóstol, Libro de Actas Bautismales, tomo IV que va del 29
de abril de 1946 al 20 de mayo de 1950. Durante ese tiempo firman los sacerdotes Javier Guadalupe
Hernández, Carlos González Rubio, José del Pilar Hidalgo Vidal, Víctor García,
Julio Ramírez, S.J. y Modesto Carrera Cardo, éste último era español y actualmente
se le sigue un proceso de investigación para su beatificación y canonización
por parte de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez, en el estado de Chiapas.
[2]
Diócesis de Tabasco, Archivo de la Curia Diocesana, Secretaría-Cancillería, caja José
del Valle y Navarro, sin clasificar, 1945.
[3]
Comunicación personal del señor Facundo García M., en noviembre del 2009, Cárdenas,
Tabasco.