El nombre de San Juan Bautista y su patronazgo en la historia de la ciudad de Villahermosa.
Abstract
Casi
todas las ciudades españolas que se fundaron en América desde el siglo XVI y
subsecuentes, fueron colocadas bajo el patronazgo de una Virgen o santo
católico, con la finalidad de ejemplificar y dar cabida a la protección divina
de todos los habitantes. En la provincia de Tabasco no fue la excepción, a
pesar de la poca evangelización, logró fraguar una devoción muy popular e histórica
en la figura de San Juan el Bautista, el precursor de Cristo, con ello se
pretendía situar al naciente pueblo y posteriormente ciudad, dentro de las
precursoras que darían origen a toda la Nueva España, la devoción al santo
permeó tanto que en la ciudad logró por muchos años mantenerse y aún el día de
hoy, como ciudad episcopal, sigue denominándose de tal forma.
Casi desde los inicios
del cristianismo oficial con la pax constantiniana, los templos cristianos
comenzaron a edificarse sobre las tumbas de los mártires más representativos de
los lugares donde fueron martirizados, dichos templos adquirieron con el paso
del tiempo, ser lugares de peregrinación, centros de fe y milagros, además de
que las mismas ciudades del martirio fueron absorbiendo el nombre del santo
mártir y con la difusión del mismo cristianismo, se fueron colocando como
personajes íconos en los templos.[1]
Esta herencia permeó
por más de doce siglos con la expansión de las misiones católicas y la
fundación de comunidades monásticas y mendicantes, como los benedictinos, los
carmelitas, los franciscanos, los dominicos, los agustinos y los mercedarios en
occidente. Siendo así que la península ibérica conocida con el nombre de
Hispania fue evangelizada por un sinnúmero de misioneros (monjes, frailes,
diáconos, sacerdotes y obispos) que fueron concentrándose en lugares
específicos dentro de la entramada vía caminera de la época para dar cabida a
la proliferación de templos en las antiguas ciudades romanas con un creciente
número de conversos cristianos católicos a los cuales se les otorgó un santo
patrón que ejerció sobre ellos gran influencia mística y religiosa.[2]
A través de esta
práctica, los templos cristianos católicos fueron identificándose más con el
nombre de sus santos patrones protectores, principalmente personajes bíblicos y
mártires, posteriormente al cese de las persecuciones, con los confesores,
ermitaños y predicadores que dieron testimonio filial de la fe que profesaron y
en la que murieron. Sobre sus sepulturas se edificaron bellos monumentos
denominados basílicas a la usanza romana y se convirtieron en centros de
peregrinación cristiana.
Imagen titular de Santiago Matamoros, que se venera en el templo y convento del mismo nombre en Tlatelolco, CDMX. Propiedad fotográfica del mismo templo, Tlatelolco, 2019. |
La antigua Hispania no
estuvo ajena a este flujo místico, el incipiente clero entendió que para un
mayor proceso de conversión, no había mejor método que la ejemplificación de la
vida de los santos y su influencia en la vida eclesial, con esa finalidad y la
del control social, supusieron en una escala otrora de un culto a diversos
santos y vírgenes que se convirtieron en abogados de personas y ciudades ante
el juicio certero de Dios. Comenzaron a desfilar santos con notable devoción
hispana como San Pedro, San Pablo, San Antonio, San Francisco, Santo Domingo,
San Andrés, San Felipe, los Santos Santiago, San Lorenzo, San Bartolomé, Santa
Clara, Santa Margarita, Santos Juan el Bautista y Evangelista, entre otros, que
bajo su nombre y amparo se construyeron catedrales y monasterios.
Durante la última fase
del medievo (siglos XIV y XV), la provincia Hispánica ya dividida en reinos
independientes como Castilla, León, Aragón, Asturias, Navarra, Galicia y
Portugal, con un rey a la cabeza cada uno, solicitan formalmente a la Sede
Apostólica que se les otorgue un patronazgo, es decir, un santo identificado
con la nobleza para que puedan celebrarlo y honrarlo de manera permanente. De
esta forma se hace efectiva la construcción de templos, abadías, conventos y
monasterios dedicados a estos santos “famosos” y a otros menos conocidos con
culto reducido o localistas; así fueron formándose metodológicamente los
primeros religiosos provenientes de las primeras misiones en la recién
conquistada tierra americana.
Esta
metodología toponímica y territorial si bien no ha sido estudiada, tenemos base
y sustento en el índice experiencial misionológico de los frailes, sus
formación mística y religiosa dieron lugar a la construcción de este entramado
devocional, principalmente para demostrar su capacidad evangelizadora y al
mismo tiempo, su competitividad entre las mismas órdenes, pues como dice Ricard
en su ya conocida obra de La Conquista
Espiritual de México, debían expandirse para ganar mayor territorio y poder
así ser merecedores de mayores privilegios por parte de la corona, tributos y
diezmos ofrecidos por los indios para el sostenimiento de sus obras
arquitectónicas, aunque por dentro vivieran como completos ermitaños, en la más
extrema pobreza ligados a sus votos religiosos y bajo la Regula que habían abrazado en sus conventos originarios de la
península.[3]
Plano de la provincia de Tabasco de Melchor Alfaro y Santacruz, 1579. Reproducción de las Relaciones Histórico Geográficas, 2005. |
Tanto los franciscanos,
los dominicos y los agustinos (que fueron las primeras órdenes religiosas
llegadas a los territorios americanos con el objetivo de iniciar su
evangelización y la concentración de pueblos bajo la égida religiosa y que
sería el punto concreto para un sometimiento civil), establecieron pueblos en
los cuales se construyeron iglesias (templos, vicarías, visitas) y conventos
(monasterios y prioratos) con la advocación de un santo o una virgen que
sirviera de amparo, muchas de ellos fueron encomendados el mismo día del inicio
de la construcción a un santo católico que se venerara en el calendario
litúrgico vigente en la época, o el día de la terminación de la construcción,
también hubieron casos concretos en los cuales se le intituló una imagen
religiosa venerada por la comunidad religiosa o por sustitución de fiestas de
ídolos con algún santo o virgen que tuviera los mismos atributos místicos.[4]
Esta experiencia
misionera inició propiamente desde la llegada de los Doce franciscanos en 1524,
posteriormente los dominicos en 1526 y los agustinos en 1533[5], la esfera circundante de
la antigua Tenochtitlán, ya denominada ciudad de México Tenochtitlan, sirvió
para ir recreando los primeros centros ciudades-pueblos con el patronazgo de
algún santo o virgen (titular) y su nombre civil (toponímico), así muchos
pueblos anteriormente indígenas serían conocidos con su nombre religioso y
toponímico como Santiago Tlatelolco, San Martín Texmelucan, San Bernardino
Xochimilco o San Juan Bautista Coyoacán, entre otros. Bien dice Aguirre
Beltrán:
“… en ningún momento piensan asignar a
Cristo, o a alguna de sus representaciones, el rol de santo patrono de
cualquier de los pueblos… pues hacerlo supone en parangón una divinidad que por
la propia naturaleza de su concepción, y por su herencia judía, no admite en
absoluto intercambio de sus rasgos constitutivos con otra deidad, ya que por
definición se estima única, inmutable e infinita.”[6]
Los santos patrones
jugaron un papel de suma importancia en la identidad de los pueblos, en ellos
se relacionaba un cambio sistemático en el proceso de evangelización, del paso
del paganismo idolátrico a una conversión real (que en muchos de los casos a
través del sistema de sustitución) fue forzada. Sin embargo, cada pueblo se
identificó con su santo patrón o virgen a ellos encomendado y el despunte
devocional ha perdurado por siglos en aquellos lugares, esta identificación
tiene mucho sentido si se comprende que los indígenas estaban habituados a la
celebración de fiestas y ritualidades en torno a sus dioses.
Con la expansión de la
evangelización hacia otros confines, más precisamente en el camino que recorre
a la península de Yucatán, tenemos enfrentados dos bando completamente opuestos
en práctica, en método y en devociones, por un lado a la Orden de Frailes
Menores o franciscanos cuya provincia llamada San José de Yucatán se había
elevado en 1559 con sede en el convento de San Antonio de Padua en la ciudad de
Izamal[7] y por el otro, la Orden de
Predicadores o dominicos cuya provincia llamada San Vicente Ferrer de Chiapa y
Guatemala se constituyó en 1551 con sede prioral en el convento de Santo
Domingo de Guzmán en la ciudad de la Antigua de Guatemala[8], entre estos dos ejes
institucionales encontramos la jurisdicción de la provincia de Tabasco.
No es intención de esta
disertación hacer una historia de la evangelización en Tabasco, mucho menos de
la situación conflictiva que se generó en el traslado de Santa María de la
Victoria al sitio donde actualmente se localiza la ciudad capital de
Villahermosa, no pretendemos descubrir el hilo negro en esta situación, sin
embargo, es necesario precisar algunos puntos esenciales que ayudarán a develar
el progresivo nombramiento de San Juan el Bautista como protector de la ciudad
y que así haya permanecido durante mucho tiempo como ese elemento unificó la
civilidad y la religiosidad.
Bien es cierto que en
la villa de Santa María de la Victoria existía una parroquia de españoles
encomendada a la virgen del mismo nombre, que según tradición, era la misma que
había dejado Hernán Cortés en 1519 por petición de los pobladores indígenas de
la antigua Potonchán, pero esa parroquia al principio dependiente del clero
secular de la administración chiapaneca y posteriormente yucateca desde la
fundación del obispado en 1561; al darse la irrupción pirática en las costas,
el gobierno se vio precisado a trasladar la pequeña villa al interior de la
provincia para proteger a sus pobladores de una esclavitud o muerte segura, la
divergencia de opiniones entre la ficticia desaparición de la villa de Santa
María de la Victoria y la fundación de un nuevo poblado no hace posible afirmar
concretamente un año de fundación.
Para Salazar Ledesma en
su artículo llamado la Ubicación
cartográfica de Villahermosa en 1579,[9] en conocimiento de algunas
fuentes hacen suponer la existencia de una estancia de ganado en el paraje
conocido como San Juan, mismo que hace explicar Izquierdo y de la Cueva como un
asentamiento:
“… de habitantes ya no de españoles sino
criollos o mestizos, arraigados a su tierra y dedicados al cultivo de cacao,
del palo de tinte y a la ganadería que tanto se había extendido. Como el ganado
vacuno, caballar y porcino se multiplicó rápidamente, desarrollaron la
industria de los colambres, esto es de los cueros y también de la extracción de
grasa animal.”[10]
Por los datos con que
se cuenta, el sitio parece ser conocido desde mediados del siglo XVI, lo citaba
el cosmógrafo Juan López de Velasco y posteriormente el alcalde mayor de
Yucatán don Diego de Quijada, pero ¿qué santo de nombre Juan es?, ¿el Bautista
o el Evangelista?, esto queda aclarado con una afirmación concreta que hace Molina
Solís en su obra Historia de Yucatán
durante la dominación española en la que hace referencia a una carta del
obispo Fray Diego de Landa fechada el 26 de febrero de 1576 firmada en San Juan
Bautista de Tabasco, y no es que ese fuera el título completo del asentamiento,
sino que había sido concretamente San Juan Bautista perteneciente a la
provincia de Tabasco.[11]
Tomando en cuenta los
dos entes religiosos que tuvieron fricción por su expansión sobre la provincia
de Tabasco, los franciscanos y los dominicos, los primeros en la Chontalpa con
la visita que tenían en Gueymango dependiente del convento de Huitiupán (que si
bien eran de la provincia del Santo Nombre de Jesús de Guatemala pasó a la
administración franciscana josefina de Yucatán) y posteriormente con la segunda
entrada de ellos en los Ríos, provenientes del convento grande de Mérida, para
asentarse en la región que comprende hoy Tenosique y Balancán, los segundos
ocuparon más concretamente el área de la serranía tabasqueña desde Oxolotán
hasta Astapa, por lo tanto la famosa estancia de San Juan a mediados del siglo
XVI estaba en la línea divisoria entre las que serían durante la década de los
50’s las dos provincias religiosas más conocidas del sureste de la Nueva España
y al mismo tiempo de la Audiencia de Guatemala.
Los franciscanos al
igual que los dominicos tenían una especial devoción por el mártir San Juan
Bautista pues el martirio constituyó una semejanza con la “personalidad
indígena”, que a causa de la situación decadentemente imperante en las
comunidades indígenas, ya por la esclavitud observada en la encomienda, ya por
todo el proceso de desintegración de la identidad de los mismos a causa de la
evangelización, que como dice Aguirre en su obra citada:
“… colocan todo el énfasis en atributos
como el dolor, la resignación y el martirio. Esta última propiedad es
patognomónica de muchos héroes cristianos primitivos: el precursor del
cristianismo Juan el Bautista, los apóstoles Pedro, Andrés, Juan el Evangelista
y, posterior a ellos, Sebastián, sufren martirio y sólo salva de la muerte en
patíbulo uno de ellos, Juan el Evangelista, gracias a la intervención personal
de Cristo.”[12]
Como podemos apreciar
claramente, los frailes rodearon de devociones martiriales a los pueblos de la
provincia de Tabasco, mismos que aún perduran en las actuales parroquias, por
ejemplo: San Juan Bautista es venerado en Iquinuapa y en Jalupa, en el actual
Jalpa de Méndez que fue evangelizado por los franciscanos, así como San Pedro y
San Pablo en Jalapa, el apóstol Santiago en Tapijulapa y en Teapa pueblos bajo
la administración de los dominicos. A eso hay que agregar que los habitantes
que se asentaron en San Juan como menciona Izquierdo fueron “criollos o
mestizos” y no fueron indígenas, pero tenemos a pueblos prehispánicos asentados
a muy corta distancia de ellos como Atasta o Tamulté en los cuales el
patronazgo en el primero sigue la línea conducida por los evangelizadores, pues
San Sebastián es patrón de Atasta, en cambio podemos atribuir que el Cristo de
San Román (mismo que se venera en Campeche de filiación franciscana) fue
introducido posteriormente, y que seguramente desde ahí era más fácil su
administración que vivir en los pueblos indios.
Imagen titular de San Juan Bautista que se venera en la parroquia del mismo nombre en el poblado de Iquinuapa, Jalpa de Méndez. Propiedad fotográfica ELGJ, 2015. |
Es así que esto nos
lleva a expresar que la devoción por San Juan Bautista fue introducida por una
gran influencia ya sea franciscana o dominica; pero podemos inclinarnos a
pensar en la teoría de que fuera más dominica que franciscana por una cuestión muy
concreta, cuando pasa la comitiva dominica con fray Bartolomé de las Casas que
había sido nombrado obispo de Ciudad Real de Chiapa en marzo de 1545, dice
Remesal que en los lugares donde iba pasando el obispo se habían construido
capillas o pequeñas iglesias con materiales perecederos para hospedar y
celebrar la divina liturgia como ocurrió en los pueblos de Tacotalpa,
Tecomaxiaca y Teapa, siendo que el trayecto recorrido por fray Bartolomé fue
desde la villa de Santa María de la Victoria por todo el río Grijalva hasta el
río de la Sierra que seguramente de haber una estancia en ese trayecto debió
realizar una estación para descansar, si bien no lo menciona Remesal, podríamos
suponer que entre los dos puntos equidistantes entre la citada villa y
Tacotalpa debió haber un descanso en la ruta.[13]
Es así que una pequeña
capilla o iglesia de una estancia llamada San Juan Bautista se convertirá
progresivamente en un templo como los demás de la provincia, realizados con
material perecedero que debió reconstruirse cada que se requiriera, pero no
llegó a ser parroquia inmediatamente hasta el traslado completo del poblado y
las autoridades de la villa de Santa María de la Victoria el 6 de junio de 1641
al asentamiento de San Juan Bautista que ya le habían agregado el calificativo
de Villahermosa, o sea, villa hermosa, que sin ser villa en todo el sentido
jurídico, ahora con la traslación de las autoridades, “dejaba de ser un
asentamiento irregular y se convierte en una villa legalmente establecida, como
capital de la provincia de Tabasco…”[14]. Se ha comentado en
muchos textos que le han seguido, que a San Juan Bautista se le colocó ese
nombre en honor al capitán Juan de Grijalva, así lo explica López Reyes en su Historia de Tabasco,[15] sin embargo, como hemos
venido explicando y exponiendo, muy lejos estaba aún que una población llevase
el nombre de un personaje hasta que los gobiernos posteriores a la
independencia los reglamentaran.
Al momento de despoblarse
Santa María de la Victoria y hacer efectivo el traslado, San Juan Bautista pasó
a ser la parroquia, que según fundamentos históricos y arqueológicos, ésta se
encontraba en el sitio exacto donde hoy es la plaza de armas en el centro de la
villa, con el paso del tiempo ésta fue mejorando su aspecto por ser la
parroquia principal de la provincia, donde fue colocada la llamada imagen de
Santa María de la Victoria (y que posteriormente fue viniendo a menos al
trasladar la capital al pueblo de Tacotalpa en 1667), ahí mismo fue sepultado
el obispo de Yucatán, Dr. Diego Bernardo de Peredo y Navarrete el 21 de marzo
de 1774 cuando hacía su visita pastoral en Tabasco.[16]
La vida activa de la
parroquia es evidente a lo largo de todo el periodo colonial, a pesar de la
constante dispersión que seguía ocasionando la piratería hasta principios del
siglo XVIII, a pesar del traslado de la imagen titular de Santa María de la Victoria
de su antigua parroquia en la villa del mismo nombre, San Juan Bautista no dejó
de ser el patrón oficial de la nueva capital de la provincia, sin pensar aún el
constante cambio aparente de formas de nombrar al asentamiento, desde San Juan
Bautista de Villa Hermosa, Villa Hermosa, San Juan de Villa Hermosa, Villa
Hermosa del Puerto, Ciudad de San Juan Bautista de Tabasco, recorriendo desde
el siglo XVII hasta el XIX. A pesar de ese cambio turbulento en la nomenclatura
oficial, el patrón San Juan seguía siendo venerado en su parroquia, única en
todo el espacio desde que los poderes habían vuelto a ella en 1795, también, si
hemos de creer en la información dada por López Reyes, en la cual el gobernador
Francisco Amuzquivar:
“Estando en Villa Hermosa en abril de 1787
mandó reconstruir la iglesia parroquial que estaba en medio de la Plaza Mayor;
el albañil que hizo la nueva construcción fue el maestro don José Arana. La
antigua de setos y paja fue substituida por otra de ladrillos y teja criolla,
materiales que llegaron a Villa Hermosa en <<bongos o gallos>>
provenientes de Tacotalpan y Veracruz.”[17]
Mientras se construía
un mejor templo, la imagen de la virgen de la Victoria fue colocada en el
fortín de la Encarnación, donde seguramente también se colocó la imagen de San
Juan Bautista que al inaugurarse nuevamente fueron trasladados al nuevo templo
en “la Octava de Corpus, el 5 de junio de 1788” al incendiarse el espacio que
los resguardaba provisionalmente. Ni 20 años duró la construcción en la cual “a
fines de 1811 se derribó la iglesia parroquial… y levantar otra más suntuosa…”
afirma López Reyes, sin embargo, por una fuente externa proveniente de un
investigador yucateco me aseguró que Andrés Girón, entonces gobernador de la
provincia, en desavenencias con el clero y por tener ideas liberales quiso
destruirla para no volver a construirla, tal como sucedió.[18]
Catedral de Esquipulas, ca. 1922. Propiedad fotográfica J. Tirado, AHFT. |
Esta acción obligó a
elevar la pequeña capilla del Señor de Esquipulas que se encontraba en la loma y
constituirla en parroquia provisional, trasladando las imágenes sagradas hasta
ella, donde quedaron a perpetuidad. Como podemos apreciar en todo el recuento
que hemos hecho, San Juan Bautista no perdió vigencia a pesar de las
contrariedades sociales que se vivía en la provincia y ya independiente México,
como un estado libre y soberano. A pesar del paso del tiempo, no se le negó a
San Juan poder celebrar su fiesta solemne cada 24 de junio, bien es recordado
el Panegírico que compuso el vicario
in cápite de Tabasco, fray Eduardo de Moncada, OFM en 1854 donde resalta unos
puntos que desde la perspectiva religiosa e histórica, dan por afirmada la
tesis que venimos sosteniendo del patrocinio del predecesor de Cristo, refiere:
“En
consecuencia, nosotros no debemos sino tributar testimonio, de respeto,
sentimientos de amor y veneración al cual fue santo antes de nacer, el mayor de
los nacidos, y el más grande delante de Dios; como así mismo el que nuestras
almas y nuestros corazones se penetren de un gran júbilo, al contemplar el alto
honor y la dicha que nos ha cabido de tener por titular y Patrón de esta noble
ciudad, al que fue la maravilla del Evangelio, el virgen, el mártir, el mayor
de los Profetas, y el Ángel que preparó los caminos del Señor.”
“… Nosotros también,
católicos, no como simple vecinos y deudos del gran Bautista, sino como hijos
predilectos y especiales protegidos suyos, siendo nuestro Patrón y gran
Protector, participamos de aquel espiritual regocijo que señaló su gloriosa
venida al mundo. En nosotros se cumplen en cierto modo muy literalmente las palabras
del Ángel Gabriel a su padre Zacarías: Et
multi in nativitate ejes gaudebunt: Y muchos se regocijarán en el día de su
nacimiento; pues con particular motivo y como un deber de nuestra fe y
veneración, celebramos llenos de regocijo este día tan precioso, lleno de las
misericordias del Señor.”
“A este religioso contento,
añádese, señores, el que igualmente experimentamos por cumplirse hoy un año que
nuestro Exmo. Sr. Gobernador rige los destinos de este pueblo; y quien con
noble empeño ha procurado incesantemente sus mejoras, debiéndose a su enérgico
celo más respetuosidad y esplendor de la religión, que él profesa tan
sinceramente; la supresión de los vecinos, aun los que parecían poderosamente
arraigados; la paz, la seguridad que se disfrutan, con grande esperanza de ser
duraderas, la idea, en fin, de un porvenir más venturoso bajo el tino y
bondad de su Gobierno; por lo que ciertamente debemos persuadirnos que por una
inspiración de lo alto fue escogido para regirnos, y tendremos la dicha de su
muy prolongada permanencia. ¿Qué no podemos prometernos de un Jefe de tan
acendrada lealtad al Supremo de la nación, a los deberes de su destino, y de
tan manifiesta ansia por emprender y ejecutar lo que tiende a la dicha y
felicidad del país, muy particularmente por la edificación y reparación de
nuestros templos? ¿No brilla ya en gran manera su mérito y afianza, aumenta su
opinión el amor que le profesamos?”
“Sí, Exmo. Señor y dígnese V.
R. percudirse de estos sinceros sentimientos, que son los de la generalidad y
de proseguir en sus generosos esfuerzos. La viña del Señor necesitaba activos y
esforzados cultivadores: el cielo misericordioso se ha dispensado; la mano
ilustre de V. E. ha sido la escogida para este suelo, y lo se cansará jamás
hasta contemplar la época del progreso, de la paz y de la moral que felizmente
ha iniciado, confiando de que el ilustre patrón de Tabasco le prestará su alta
protección, para que sean felices y prósperos los días de su mando, y viva
siempre grato el recuerdo del primero.”[19]
Desprendemos varios
puntos que se nos hacen interesantes, el primero es que San Juan Bautista sigue
siendo el patrón celestial de la ciudad de San Juan Bautista de Tabasco;
segundo que la solemnidad con la que se celebraron sus fiestas fue motivo de un
Panegírico, es decir, un discurso
doctrinal que se realiza en las funciones religiosas más importantes en
templos, parroquias o basílicas y tiene la finalidad de sustituir el sermón
litúrgico dentro de la misa; tercero evoca no solamente el ser precursor de Cristo,
sino entrevemos la relación predecesor – Cristo – ciudad, es decir, colocar la
ciudad de San Juan Bautista como la predecesora entre todas las ciudades de
México, donde es la entrada de la civilización y la fe; cuarto pone al Gral.
Manuel María Escobar, entonces gobernador, como el garante de la grandeza de
Tabasco y lo eleva como un segundo protector y precursor por los grandes
beneficios a que le han constituido en bondad y acierto en su gobierno y por
último, tomar conciencia de que los ciudadanos son súbditos del Supremo
gobierno de la nación y que deben ayudar a fortalecer los lazos de paz y
seguridad bajo el patrocinio de San Juan Bautista, el mártir.
Antigua imagen de San Juan Bautista datada probablemente del siglo XIX que se veneraba en la Catedral de Esquipulas. Propiedad fotográfica André Efrén Ordóñez Capetillo, 2019. |
Por último, al fundarse
la Diócesis de Tabasco, el documento respectivo Decretum dismembrationes Dioecesis Iucatanensis atque erectionis novae
Dioecesis Tabasquensis in ditione Mexicana firmada en 25 de mayo de 1880
por el Secretario Consistorial, Mons. Pedro Lasagni, corona solemnemente la
devoción a San Juan Bautista, no solamente como patrón de la ciudad sino de
toda la nueva jurisdicción eclesiástica:
V.
Exinde ea paroecialis Ecclesia sub invocatione caelestis patroni S. Ioannis Baptistae, quae máxima populi
christiani frecuentia celebratur, quaeque ibi ceteris Ecclesiis tum amplitudine
tum sacra supellectile praestat, condignius in Cathedralem erigatur, eodemque
tempore in suae matricis et metropolitanae Ecclesiae Mexicanae sufraganeam
adsciscatur.[20]
V.
Además, la iglesia parroquial dedicada al celestial patrono S. Juan Bautista, que
es la que mayor afluencia de fieles recibe y la que aventaja a las demás
iglesias tanto en amplitud como en enseres sagrados, eríjasela de la manera más
digna en Iglesia Catedral y agréguesela, al mismo tiempo, como sufragánea a su
Iglesia matriz y metropolitana de México.[21]
De esta manera, San
Juan Bautista quedó formalmente integrado no sólo en la historia religiosa de
la capital, del estado de Tabasco y de todos los que a través del tiempo (como
los franciscanos y dominicos) lograron que perdurara su imagen y patronazgo de
forma trascendente e imponente como el “CAELESTIS PATRONI” es decir el
“CELESTIAL PATRONO” de la ciudad de Villahermosa hasta el día de hoy.
Actual imagen de San Juan Bautista que es venerada en la Catedral del Señor de Tabasco. Propiedad fotográfica de André Efrén Ordóñez Capetillo, 2018. |
Del texto desprendemos las
siguientes conclusiones: a) las figuras martiriales de los primeros siglos
fueron los íconos principales para dar cabida a la devoción por ellos, b) los
hispánicos absorbieron la fe y la devoción de los misioneros cristianos que los
evangelizaron y al mismo tiempo los instruyeron en la normativa de asimilar los
santos protectores que se convertirían en patrones de sus pueblos y ciudades,
c) que los frailes que evangelizaron la tierras recién conquistadas otorgaron
patrones a cada pueblo en función del método de sustitución, d) que en Tabasco
la confrontación entre las dos órdenes religiosas (franciscanos y dominicos)
por el dominio del territorio otorgó también esos patronazgos según la devoción
de sus religiones, e) que San Juan Bautista fue identificado en el primitivo
asentamiento como una visión de lo precursora que sería una de las grandes
ciudades y primeras de la Nueva España, f) que a pesar de las circunstancia
sociales en la villa, San Juan Bautista no fue relegado a segundo término y
siempre se le consideró como su “ilustre patrón” y g) este patronazgo alcanzó
su máxima expresión con las letras apostólicas de la Santa Sede, confirmándose
lo que desde hacía mucho se sabía, San Juan Bautista es el “celestial patrón”
de la ciudad que lleva su nombre.
Lic. Eddy Lorenzo González Jiménez, historiador.
[1]
Álvarez Gómez (2001), 103-104.
[2]
Sánchez Herrero (2001), 37-40.
[3]
Ricard (2010), 223.
[4]
Godoy Patiño (1985), 48-54.
[5]
Ricard (2010), 83, 85 – 86.
[6]
Aguirre Beltrán (1992), 93.
[7]
Morales (1993), 121.
[8]
Ugalde García (2008), 7.
[9]
Salazar Ledesma (1992), 32.
[10]
Izquierdo y de la Cueva (1995), 15.
[11]
Molina Solís (1901), T. I, 163.
[12]
Aguirre Beltrán (1992), 93.
[13]
Remesal (1932), 370.
[14]
Ruz (2005), 110.
[15]
López Reyes (1980), 83.
[16]
Ibídem, 92.
[17]
Ibídem, 94.
[18]
Rivero Canto (2014), comunicación personal.
[19]
Moncada (1854), transcripción.
[20]
Lasagni (1880), 77.
[21]
Lasagni (1880), traducción Antonio Barrero Avilés.
CONFERENCIA DISERTADA EL DÍA SÁBADO 22 DE JUNIO DEL PRESENTE AÑO EN EL MUSEO DE HISTORIA DE TABASCO "CASA DE LOS AZULEJOS" CON MOTIVO DE LOS FESTEJOS DEL 455 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA CIUDAD DE VILLAHERMOSA.